Autora: Mabel Caballero Batista
Acercarnos al ideario que conforma el pensamiento de los pueblos caribeños y latinoamericanos es tarea permanente para aquellos que ponen su empeño en encontrar en este, los argumentos y las esencias identitarias para construir un futuro de hombres dignos, merecedores de la herencia libertaria, soberana y antimperialista adquirida tras siglos de luchas independentistas.
Este espíritu libertario, confluye con un ideal de alto contenido humanista que se expresa en la teoría y la praxis de los más altos exponentes del pensamiento caribeño. Entre estos, descolla Juan Bosch, pensador dominicano de proyección universal, insigne político y escritor cuya obra se ubica en lo mejor del legado antimperialista, latinoamericanista y caribeño por su magisterio ético, vida ejemplar, condiciones humanistas y defensor de los valores universales asociados a la democracia, las libertades públicas, los derechos humanos y la justicia social.
Para comprender la esencia y significación del pensamiento humanista de Juan Bosch es tarea ineludible la de aproximarse al humanismo en su definición y génesis.
De manera frecuente el nacimiento del humanismo se vincula al Renacimiento y sus intentos de ubicar al hombre en el centro de la reflexión y de restituirle su dignidad y legítimos derechos, siguiendo de esta manera lo mejor del espíritu de la Antigüedad Clásica.
Según García Galló el Humanismo debe ser considerado como “un conjunto de ideas que destacan la dignidad de la persona, la preocupación por su desarrollo armónico y la lucha por crear condiciones favorables al logro de tales fines”, lo que al decir de Guadarrama “acentúa mucho más el carácter activo del hombrecomo sujeto transformador de sus condiciones de existencia en correspondencia con ideales de vida dignos”.
En el desarrollo de las civilizaciones antiguas se manifestaron las primeras preocupaciones de contenido humanista del hombre, “tanto en China y en la India, donde la ética alcanzó niveles impresionantes desde la antigüedad, como en las culturas amerindias, y de otras latitudes, hay evidencias del privilegiado lugar que se le otorgó siempre al hombre, a pesar de que se subordinara su existencia a la creación divina”.