Mateo Morrison
Las identidades existen, pero cada día sus epidermis son más delgadas. Estas no son permanentes: se crean en un proceso dinámico.
Los que defienden que el merengue tradicional no puede ser modificado, que debe ser siempre tambora, gu¨ira y acordeón, hablan como si este último lo hubiesen incorporado los aborígenes y se olvidan que el acordeón llegó a nuestra isla probablemente en un barco alemán, lo que indica que nuestra identidad merenguera tiene solo algo más de 150 años.
Las fluctuaciones económicas contribuyen a aumentar las tensiones entre la identidad y el mercado.
Los países del llamado «primer mundo» desobedecen las leyes internacionales y violentan las resoluciones de organismos que ellos mismos han creado, como por ejemplo; la Organización Mundial del Comercio.
Francia, protege su cine (por cierto de gran calidad), frente a Hollywood, que lo arrasa casi todo. Para los franceses su identidad no puede ser tocada, si lo hace un país del «tercer mundo» las sanciones, las trabas —y hasta las amenazas—, no se hacen esperar.
Las industrias culturales, como laboratorios donde se podría encontrar la identidad y el mercado, deben ser las áreas donde debemos hacer más hincapié, para producir riquezas con rostro identitario, lo que no impedirá que la tensión continúe y se amplíe. Esto nos obligará cada vez más a hacer acuerdos entre el Estado, el sector privado, las organizaciones sin fines de lucro y los organismos internacionales. De igual manera, es valida la inserción de esta temática en los acuerdos de libre comercio, volver de alguna forma al sistema de incentivos y aspectos relativos al antiguo mecenazgo.
Habrá que reforzar las legislaciones nacionales e internacionales.
Avanzar en los estándares de calidad, pues al mercado no le importan los rostros nacionales, a menos que a través de ellos haya cuantiosos recursos para sus intereses nacionales y transnacionales.
En la tercera reunión interamericanas de ministros y máximas autoridades de Cultura, realizada en Montreal en el 2006, el Vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo estimó que la contribución promedio de las industrias culturales al producto interno bruto de los países latinoamericanos oxilaba entre 3.5 y 4 %.
En tanto que para Europa estaba entre 5 y 6%, y Estados Unidos entre 7 y 8%.
Como lo señala el documento de la Organización de Estados Americanos, producto de la reunión efectuada en Washington del 16 al 17 de julio de 2009, las industrias culturales son uno de los sectores más dinámicos de la nueva economía global. La importancia creciente en las industrias culturales en la economía mundial, ya resulta un consenso: «las industrias creativas representan el 3.4% del comercio mundial, con exportaciones que alcanzaron 424.4 billones de dólares, en el 2005, y una tasa anual de crecimiento promedio de 8% en el período 2000-2005