A menos de quince días de la reelección del presidente Barack Obama, esta fue la respuesta demostrativa de los sectores más reacios a una normalización de los vínculos entre Washington y Moscú, enredados en una madeja de contradicciones, de vieja data. En un ardid manipulador, los promotores de la iniciativa -en su mayoría republicanos- idearon un proyecto, que ata la anulación de la enmienda discriminatoria Jackson-Vanik (1974) a la instrumentación del acta sobre la lista de «Magnitsky», en un enmascaramiento de la retórica contra Rusia, en tanto heredera de la Unión Soviética. Desde la visión rusa, fue tan solo un «cambio de sanciones por otras», en un intento por aparentar una posición flexible, más pragmática, dirigida a un grupo de funcionarios, y no a un país entero, o contra el empresariado, como la repudiada enmienda Jackson-Vanik, entendieron muchos observadores. El politólogo Vyacheslav Nikonov declaró a la sazón que tal acto responde a «los fuertes ánimos antirrusos» predominantes en el Congreso norteamericano. Entre los aspectos inquietantes que genera la normativa, de sancionarse en el Senado, figura la concesión concede facultades al Departamento de Estado para la adopción de represalias contra aquellas personas que, según el criterio de Washington, violan los derechos humanos, alertó el analista. Agregó que al ser una lista abierta, permite también que se complete gradualmente con figuras cuya actividad sea objeto de censura por organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos. En opinión de Nikonov, la confección de esa lista -que incluye por ahora unos 60 nombres- representa una acción sin precedentes en la historia de los nexos bilaterales, pues incluso en la época soviética nunca se fabricó una relación de esa naturaleza, apostilló. Magnitsky es el apellido del auditor del Fondo de Inversiones Hermitage Capital, del estadounidense William Browder, quien falleció en prisión, en 2009. La ley denominada así supone la prohibición de ingreso a territorio estadounidense de funcionarios rusos, culpados por su muerte, sobre todo aquellos vinculados a los órganos de seguridad, Procuraduría y el sistema penitenciario. Establece además la congelación de activos y cuentas en bancos norteamericanos. La respuesta rusa, a juicio de expertos y legisladores, deberá ser simétrica, ante lo que calificaron de hostil y contrario al espíritu de los esfuerzos encaminados a una distensión. «Sin duda, habrá una respuesta adecuada», advirtió ayer el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Desde el punto de vista legal, Nikonov mencionó como posibilidad la redacción por el Parlamento de una lista similar que engrose a estadounidenses que violen los derechos humanos, no solo respecto a los rusos, sino en otras partes del mundo. En los últimos tiempos han sido recurrentes desde Moscú las referencias a la gama de denuncias contra Washington por las torturas a los prisioneros en la cárcel de Guantánamo -en territorio de Cuba-, los vuelos y prisiones secretas de la CIA, así como asesinatos selectivos. Será, vaticinó el politólogo ruso, en correspondencia de cómo sea finalmente redactada la ley sobre la lista «Magnitsky». La Cancillería declaró en un comunicado que el fallo de la Cámara de Representantes tendrá un reflejo negativo en las relaciones ruso-estadounidenses. Calificó la aprobación del proyecto como un ataque desafiante, hostil y provocativo. La enmienda Jackson-Vanik, que podría dejar de ser un obstáculo para las normales relaciones comerciales, sobrevivió como atavismo de la retórica antirrusa. Desapareció la Unión Soviética y Rusia abrió sus fronteras para la libre emigración, y sin embargo, la normativa se mantuvo como mecanismo de presión política, observó Nikonov. Con el ingreso de Rusia este año a la Organización Mundial de Comercio, el lobby empresarial norteamericano acrecentó sus presiones para la anulación de las restricciones con Moscú. Huelgan los comentarios, si se toma en cuenta que es un mercado de miles de millones de dólares, en el que las compañías estadounidenses obtendrían grandes dividendos, tanto así como para sus homólogas rusas del acero, hidrocarburos y maquinarias. La propia titular del comité de Relaciones Internacionales de la cámara baja, Ileana Ros-Lehtinen, admitió que la única vía de introducir en el Congreso la ley sobre la lista «Magnitsky» era la derogación del acta discriminatoria. Con un Congreso polarizado, quedará en manos de Obama tender el ramo de olivo o dejarse llevar por los ánimos de la confrontación. Por Odalys Buscarón Ochoa TOMADO DE PRENSA LATINA |
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