Por Luis Brizuela Brínguez *

Damasco (PL) Pocos se atreven a negarlo: el oxígeno del conflicto que hoy desangra a Siria lo insuflan potencias occidentales y países árabes que alientan y financian una modelada oposición al presidente Bashar Al Assad.
El argumento de que los cruentos enfrentamientos en distintas partes del país son resultado de una guerra civil entre los diferentes grupos confesionales, se derrumba por día a medida que las fuerzas armadas capturan cada vez más insurgentes y comprueban su pertenencia a otras nacionalidades.
Fuentes oficiosas estiman que al menos un 70 por ciento de los insurgentes que combaten en la nación levantina provienen de naciones como Arabia Saudita, Jordania, Libia, Argelia, Túnez y Chad, entre otros, junto a un número significativo de miembros de la organización terrorista Al Qaeda.
En un artículo reciente, el analista Michel Chossudovsky explicó cómo desde mediados de marzo de 2011, grupos armados islamistas, secretamente apoyados por servicios de inteligencia occidentales e israelíes, han efectuado ataques terroristas contra edificios del gobierno sirio, incluidos incendios premeditados.
Está ampliamente documentado que francotiradores y mercenarios cometen actos terroristas, incluyendo la matanza indiscriminada de civiles, como parte de una iniciativa de Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e Israel dirigida a apoyar, capacitar y financiar operativamente a una entidad armada dentro de Siria, agregó.
Armas y municiones fluyen sin control a manos de los rebeldes a través de las porosas fronteras con Jordania, Líbano y Turquía, constatan reportes de prensa.
Analistas apuntan que si los insurgentes carecieran de la al parecer ilimitada, continua y abierta entrega de dinero y armamento, el Ejército sirio podría liquidar a los insurgentes en cuestión de semanas, tal vez meses.
No obstante, todo apunta a que continuará la entrega de alijos para sostener de manera artificial el conflicto.
En una entrevista al canal de información Al-Alam, el ministro sirio de Información, Omran Azoghbi, analizó el fracaso de la primera fase de la planificada agresión contra su país la cual, aseveró, procuraba una intervención militar.
Por tal motivo, enfatizó, las naciones hostiles tratarán de obtener ganancias políticas mediante la prolongación de la crisis en Siria y mantener a la oposición externa como una clavija disponible para su uso.
El 11 de noviembre, fracciones de la oposición siria se reunieron en Doha, Catar, donde intentaron maquillar a esa oposición externa mediante la creación de un nuevo ente, la Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (Cnfros).
Sin embargo, la coalición rechazó desde el primer momento «negociar o conversar» con Damasco, e insistió en que el presidente sirio Bashar Al Assad debe dimitir o ser depuesto por medio de la lucha armada.
«No sólo necesitamos dinero y pan, también necesitamos armas para defendernos», solicitó tras su elección el clérigo Ahmed Muaz Al Jatib, jefe de la organización.
Francia y Turquía, al igual que países del golfo Pérsico y la mayoría de las naciones de la Liga Árabe reconocieron de inmediato a la Cnfros como «única representante legítima del pueblo sirio», según se autodenominó la entidad al constituirse.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, en una entrevista concedida a la radio gala RTL, aseguró que su gobierno presentará ante la Unión Europea una propuesta para levantar el embargo sobre el envío de armas a los grupos opositores en Siria.
Lo anterior supone serias preocupaciones a juicio de expertos políticos, pues tal paso echaría más leña al candelero de la violencia desenfrenada que, según cálculos, ha segado la vida de más de 35 mil sirios.
Líderes políticos coinciden en que detener la entrega de armas a los insurgentes sería un primer y fundamental paso para proyectar cualquier iniciativa que conduzca a una resolución pacífica del conflicto.
Hay quienes quieren el caos en Siria, y Rusia rechaza eso. Si no se detiene el envío de armamento, la evolución de los acontecimientos en la nación del Oriente Medio podría llevar al caos, como sucedió en Libia, vaticinó el presidente ruso Vladimir Putin días atrás.
En la apertura de la Conferencia de Diálogo Nacional Sirio, que tuvo como escenario a Teherán 18 y 19 de noviembre, el ministro de Exteriores iraní, Ali Akbar Salihi, argumentó que la crisis que vive Siria actualmente ha sido despachada desde el exterior.
La crisis que por desgracia presencia la nación levantina ha sido exportada e impuesta por países occidentales, que anteponen sus intereses a las vidas y la sangre de los pueblos de la región, afirmó Salehi.
Por su parte, el Líder Supremo de la Revolución Islámica de Irán, Ali Khamenei, aseveró que la solución de la crisis en Siria consiste en impedir el envío de armas a este país y que la llamada «oposición» deponga las armas para poder hacer sus demandas al gobierno de Al Assad.
Queda por ver si las potencias que hoy intentan desmembrar a Siria y bañarla en la sangre de su propio pueblo deciden dejar de soplar el candelero de la violencia, para que las llamas de un conflicto que nunca debió ocurrir se extingan.
*Corresponsal de Prensa Latina en Siria.
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