Este artículo se publicó originalmente en el n 6 de América Socialista (agosto 2012) y analiza el pensamiento de Jose Carlos Mariátegui en relación a la estrategia de la revolución en países capitalistas atrasados.

Archivo José Carlos Maríategui, Lima, Peru (www.mariategui.org)“La revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista.” JC Mariátegui Aniversario y balance
Una gran paradoja envuelve el pensamiento de José Carlos Mariátegui. El hombre que buscó el camino de la revolución latinoamericana sin “calco ni copia” de otras experiencias de emancipación, compartió, “calco y copia”, el destino de otros grandes revolucionarios: perseguidos, calumniados y acogidos con odio en vida, para ser luego convertidos en iconos inofensivos “castrando el contenido de su doctrina revolucionaria” después de su muerte. Esta su misma famosa invocación a construir la revolución latinoamericana como “creación heroica” y no repetición a pie de la letra de ejemplos revolucionarios que irradiaban de Europa, ha sido utilizada no para impulsar el estudio concreto de la realidad concreta de nuestra América, como Mariátegui quiso e hizo aplicando de manera brillante el método del marxismo, sino para cometer ciegamente los mismos errores que se habían cometido en otros lugares, persiguiendo utopías reformistas.
Las aportaciones de Mariátegui conservan toda su fuerza y siguen siendo imprescindible para quienes afronten los grandes problemas de la revolución latinoamericana, sus características y destino, además de sus peculiaridades como la cuestión nacional indígena. Mariátegui cometió errores muy comunes en su época como el despreocuparse por la escisión que maduraba en el Partido Comunista de la Unión Soviética, la concepción del incario como “comunismo primitivo” o el afrontar la cuestión nacional como una cuestión de “raza”, una concesión verbal a teorías positivistas e idealistas que sin embargo no mengua su visión concreta y política del problema.
Sin embargo, la lectura atenta de sus obras, en que, como una vez dijo Gramsci, Mariátegui demostraba de ser aquellos que aprenden un libro a la vez y son mejores que los que olvidan un libro a la vez, no justifica la imagen de “marxismo romántico” con que se ha pretendido liquidar al marxista peruano. Valga para él el epitafio que Lenin escribió para Rosa Luxemburgo: “Puede suceder que las águilas vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede remontar vuelo como un águila”.
El camino al marxismo
Mariátegui nació el 14 de junio de 1894 en Moquegua, en el extremo sur del Perú, una región agrícola e indígena, tierra de pisco y minería, la capital del cobre peruano. Su familia era muy humilde y a pesar de que José Carlos se convertiría muy pronto en el teórico fundamental del movimiento obrero peruano, su infancia pobre le obligó a interrumpir los estudios de manera muy temprana. Un accidente ocurrido a los 8 años lo forzará por toda su breve vida a sufrir problemas en la pierna izquierda, que le fue posteriormente amputada. Aun así logró comenzar una carrera en el periodismo, empezando primeramente como ayudante linotipista y luego, en 1914, como articulista de La Prensa.
En 1919 funda con Cesar Falcón un diario, La Razón, desde cuyas columnas propagandiza una oposición radical al gobierno de Leguía que había disuelto el Congreso auto-nombrándose Presidente provisorio. El periódico La Razón fue cerrado y algunos de sus redactores, entre los cuales se encontraba Mariátegui, obtuvieron becas para viajar al exterior, que eran realmente condenas al exilio. Así Mariátegui pudo viajar a Italia donde llegó para vivir el proceso revolucionario recordado como “bienio rojo”, marcado por una oleada de huelgas obreras en las ciudades del norte y ocupaciones de tierras en el centro y en el sur.
En 1920 tras una serie de inútiles negociaciones por el aumento salarial, la Confederación General de la Industria, el gremio de los empresarios italianos, decidió recurrir al Lock Out, el cierre patronal de las empresas. La organización sindical de los metalúrgicos (FIOM) respondió con la ocupación de las fábricas. Alrededor de 400 fábricas en el norte del país fueron tomadas por obreros armados y organizados en milicias de autodefensa (las guardias rojas) y en los Consejos de Fábricas, los organismos de poder obrero que Gramsci había prefigurado desde las páginas de la revista L’Ordine Nuovo (Nuevo Orden) de Turín.
Sin embargo ni la central sindical ni el Partido Socialista supieron aprovechar esta situación orientando, organizando y dirigiendo el proletariado y los campesinos a la toma del poder, como hizo en Rusia el Partido Bolchevique. Mientras por un lado el Partido Socialista y la dirección del sindicato negociaban con el gobierno, por el otro lado los industriales y terratenientes intensificaban su apoyo a las bandas fascistas de Mussolini, dispuestos a cederles el poder político para salvaguardar el régimen capitalista de explotación.
Las vacilaciones de la dirección política del proletariado sembraron frustración en la clase media la cual, si bien en un inicio simpatizaba con la revolución socialista fue luego acercándose a la demagogia fascista que combinaba la represión violenta de las organizaciones del movimiento obrero con una fraseología anti burguesa. Era la demagogia del orden opuesto al caos, provocado no por la revolución sino por su vacilación a la hora de lanzarse a la conquista del poder. En 1921 tras un acuerdo, que nunca fue aplicado, sobre el tema salarial y del control obrero que sirvió a la dirección reformista del PS para desmovilizar la revolución, el propio PS sufrió una escisión en la que las corrientes filo soviéticas encabezadas por Gramsci y Bordiga, abandonaron el Congreso de Livorno para fundar el Partido Comunista de Italia.
Mariátegui vivió en primera persona todos estos acontecimientos, relatándolos para los lectores peruanos del diario El Tiempo de Lima. En sus artículos, recopilados y publicados con el titulo Cartas de Italia, Mariátegui se muestra todavía neutral respecto a los hechos que vive y narra sin expresar sus convicciones, aun manifestando una profunda admiración para Gramsci y un gran interés por todos los temas que acompañaron la escisión de Livorno y el ascenso del fascismo. La experiencia italiana será fundamental en el aprendizaje de Mariátegui, lo familiarizará con cuestiones centrales para el marxismo como la imposible colaboración de clases, la táctica del frente único, la conquista del poder, la amenaza del fascismo. En Italia conoce también a la mujer que será su esposa, la genovesa Anna Chiappa. El periodo italiano completa un proceso de maduración y acercamiento al marxismo que el propio Mariátegui describió con estas palabras: “desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo[1]”.
Todavía en Italia funda la primera Célula Comunista Peruana, junto a otros exiliados como Falcón. Regresado a Perú empieza su febril labor de publicista y organizador político, primeramente como director de Claridad, el periódico cofundado por Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre – exiliado en México – para luego ser el principal impulsor y teórico de la constitución del Partido Socialista Peruano en 1928 y de la Confederación General de los Trabajadores de Perú el año siguiente. Es precisamente en la cúspide de su actividad política cuando empiezan las fricciones con la Internacional Comunista, en pleno proceso de degeneración. Una recaída de la enfermedad que lo había privado de una pierna y las maniobras burocráticas del Buró Político de la Internacional en Sudamérica, impiden a Mariátegui afrontar personalmente esta batalla política y por su supervivencia… LEER MAS