1981 Adhesiu fora OTAN

Toda esta estratagema de Washington tiene como componente fundamental el «acoso, la deslegitimación y la desestabilización de los gobiernos bolivarianos y progresistas de la región», advierte Borón.

De inadmisible, traición o amenaza fue calificado por gobernantes y personalidades de Latinoamérica el anuncio del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, de sellar un acuerdo de cooperación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para luego iniciar un proceso de acercamiento con miras a ingresar en el bloque.

La criticada propuesta forma parte de una obvia ofensiva para desconfigurar, a través de la vieja táctica de «divide y vencerás», el nuevo mapa geopolítico latinoamericano, rediseñado a partir de procesos transformadores e integracionistas.

La Alianza del Pacífico, con su última cumbre en Cali, Colombia; la gira por la región del vicepresidente norteamericano, Joseph Biden; la visita del presidente chileno, Sebastián Piñera, a Estados Unidos; la de Barack Obama a México, y las perspectivas de Colombia de ser parte de la OTAN, no son casos aislados.

A todo esto se suma la impugnación de la oposición por supuesto fraude de las elecciones en Venezuela, donde ganó Nicolás Maduro, acompañada por la violencia con saldo de nueve muertos y denuncias de presunta división dentro de la fuerza socialista.

Para enrarecer más la atmósfera, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibió a Henrique Capriles, perdedor de los comicios venezolanos, lo que generó el rechazo del gobierno de Maduro.

El politólogo argentino Atilio Borón asegura que Santos al recibirlo «le confirió legitimidad a sus escandalosas denuncias (…) y se alineó irresponsablemente con el líder del ala fascista y más radical y golpista de la derecha venezolana».

Borón recalca en su artículo titulado Santos, la conjura contra Venezuela y la Alianza del Pacífico que «el sueño imposible del imperio es restablecer en Latinoamérica una situación anterior a la Revolución Cubana, cuando las órdenes de la Casa Blanca eran obedecidas sin chistar por los gobiernos de la región».

Opina que ese es el sentido fundamental de la Alianza del Pacífico, integrada por México, Colombia, Perú y Chile.

Para el también académico, detrás de todo esto está «el meticuloso cumplimiento del proyecto de reversión de la correlación internacional de fuerzas en el hemisferio, que en el 2005 provocara el naufragio del ALCA en Mar del Plata (Argentina)».

Toda esta estratagema de Washington tiene como componente fundamental el «acoso, la deslegitimación y la desestabilización de los gobiernos bolivarianos y progresistas de la región», advierte Borón.

El mandatario de Bolivia, Evo Morales, también alerta constantemente de los afanes de la oligarquía y asegura que para este propósito divisionista y desestabilizador existe asesoría extranjera.

Juicio político, polémicas huelgas sindicales, el secuestro y el viejo recurso del uso de la fuerza militar en golpes de Estado se han empleado en estos años de cambio en el continente para revertir los cambios.

Desde el exterior, ahora, como un cubo de hielo a los logros integracionistas fue el anuncio de Santos de un posible acercamiento para ingresar a la OTAN.

Sin embargo, tal «iniciativa» no debe sorprender cuando el 30 de octubre de 2010, el gobierno de Colombia suscribió con Estados Unidos un convenio de cooperación militar que señalaba siete bases de la nación suramericana para que fueran usadas por tropas norteamericanas.

De acuerdo con el Tratado Naval de Washington, todas las bases militares pertenecientes a un Estado miembro de la OTAN pueden ser utilizadas en el marco de sus misiones, a pesar de que oficialmente no exhiban su insignia.

Morales calificó de amenaza para la región la decisión de Colombia de unirse al obsoleto pacto militar, creado con el objetivo de organizar a Europa ante la supuesta amenaza de la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial y que, no obstante, es parte hoy de los principales conflictos bélicos del mundo.

«No podemos permitir que la OTAN intervenga Latinoamérica. Tener a la OTAN es una amenaza a nuestro continente, a Latinoamérica y el Caribe», advirtió Morales.

La presencia de esa organización de potencias militares busca desestabilizar y atentar contra los gobiernos de izquierda de Latinoamérica, principalmente Venezuela, Ecuador, Nicaragua y la propia Bolivia, enfatizó.

De igual forma, Maduro recalcó que «nosotros (América Latina) «no tenemos nada que buscar en pactos de dominación y de guerra».

Nuestra América, dijo, tiene que ser un territorio de paz, libre de armas nucleares, pues sería una locura abrirles nuestros territorios a ejércitos y a fuerzas armadas de otros continentes, y una traición a Simón Bolívar, a los libertadores y a nuestros pueblos.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, calificó de inadmisible las pretensiones de Colombia de ser parte de ese grupo militar.

El líder sandinista exhortó a conquistar la paz, pero a partir del desarrollo económico y de mejoras en servicios esenciales como educación y salud de los pueblos.

El Premio Nobel de la Paz 1980, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, en declaraciones a Prensa Latina dijo que Santos no puede convertir a Colombia en un país agresor e invasor, asociándolo con la OTAN.

Mientras la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) son iniciativas de paz y de unión regional frente a las potencias, la OTAN representa todo lo opuesto, recalcó Pérez Esquivel.

La Alianza atlántica «es un organismo que fomenta las armas nucleares, el intervencionismo y la violación de los derechos humanos y de los pueblos», puntualizó.

Latinoamérica parecía olvidada. Medio Oriente se convirtió en el centro de operaciones militares de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN: recursos energéticos y reposición geopolítica son el trasfondo de intervenciones militares so pretexto de luchas contra el terrorismo y supuesta tenencia de armas químicas, entre otros.

Mientras Irak y Afganistán eran expoliados por las fuerzas militares de la coalición, Latinoamérica construía el viejo sueño de la Patria Grande de los libertadores.

En medio de ese contexto de guerra liderado por Estados Unidos y la OTAN, en este hemisferio los países se organizaban para alcanzar el desarrollo armónico de sus pueblos en organismos como la Alianza para los Pueblos de Nuestra América, la Unasur y la Celac, con el liderazgo de Hugo Chávez.

Para la Casa Blanca -alerta Atilio Borón-, «hoy nada es más importante que aprovechar el momentáneo desconcierto provocado por la muerte de Chávez para reordenar lo que el Secretario de Estado John Kerry denominara -en una expresión que por su carácter despectivo había caído en desuso- al â��patio traseroâ�Ö de Washington.»

 Por Odalys Troya Flores *

La Habana (PL)

*Jefa de la redacción América del Sur de Prensa Latina.

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