LA CONDICION.- El problema de la escasa formación de los miembros de los partidos es tan grave, que ni siquiera conocen sus estatutos, y se producen confrontaciones, con ataques y defensas, sin atender las consabidas normas. El expresidente Hipólito Mejía fue juzgado por el tribunal disciplinario del PRD y condenado, con todo y apelación ante el Tribunal Superior Electoral. Sin embargo, ahora dice su vocero Héctor Guzmán que Mejía no podía ser expulsado por su condición de expresidente de la República. ¿Acaso no se sabía eso el 14 de enero? Los abogados de Mejía, que se recuerde, no hablaron de ese artículo ante el órgano de justicia perredeísta, ni tampoco ante la instancia superior en que fue recurrida. ¿Ignorancia, descuido o incuria, que mezcla de ambas circunstancias? Dije ñhace un tiempoñ que el grupo de la insurgencia no tenía los mejores abogados, pues cada intento resultaba fallido. La mejor comprobación es este alegato a posteriori, incluso hecho por alguien que no es abogado. Existían vías de atacar la expulsión, pero los letrados no las conocían…
LA GRAVEDAD.- El hecho es más grave todavía si se recuerda que dos semanas después del fallo la insurgencia tomó por asalto la Casa Nacional, y la entregó el mismo día, sabiendo como sabía que sería devuelta a las autoridades legales del partido. Lo que se quería demostrar, con un acto de fuerza, era que Hipólito Mejía no podía ser expulsado sin que se produjeran consecuencias. Nadie dijo entonces para justificar un hecho a todas luces bochornoso que los estatutos del PRD prohibían expulsar a un expresidente de la República. Los últimos meses han sido de duro batallar, sin que nada cambie, ya que la razón parece estar de un solo lado. El que reivindica la institucionalidad. Incluso, hubo diligencias muy auspiciosas que pudieron haber adelantado la agenda de entendimiento con solo aceptar como un hecho cumplido las expulsiones y suspensiones. Sin embargo, se recapacitó y se echó para atrás un acuerdo mínimo, y todo porque primero había que levantar las expulsiones y suspensiones, pero sobre todo la que afectaba a Mejía…
EL TIGUERAJE.- El grupo insurgente ha estado huyendo a una salida al impasse del PRD tomando de excusa un problema que no existe: la expulsión de Hipólito Mejía. Si Mejía no está expulsado, como dice Héctor Guzmán, porque su condición de expresidente, que nadie puede discutir ni regatear, lo impide ¿por qué no se procede a los otros entendimientos? Ahí vuelve la cuestión. Si los perredeístas de la cúpula no tienen formación política, y se les escapan gazapos en una materia que debieran conocer a fondo, como es la ley interna del partido ¿que se puede esperar de los perredeístas de las bases? De los que también hay que decir que no existen, pues los perredeístas, desde hace un tiempo, son todos dirigentes. Cuando se habla de las bases, la imagen que se tiene es de tigueraje. Por ejemplo, la Casa Nacional fue tomada por las bases. Cuando se toman medidas de seguridad, para cubrir eventualidades, las autoridades del partido no piensan en dirigentes conocidos, que nunca se arriesgarían, sino en las bases. Esto es, el tigueraje…
DE PELO.- Los perredeístas en sentido general tal vez no se hayan dado cuenta, pero las refriegas del último año no son más que tomaduras de pelo. Que los dirigentes con aspiraciones dentro y fuera se odian a muerte, y cada vez que hay oportunidad se juntan, hablan e intentan acuerdos. Solo que no llegan a nada, y cuando se averigua porqué, surgen estas necedades como la expulsión de Hipólito Mejía, que ahora Héctor Guzmán dice que no se puede por su condición de expresidente de la República. El caso de Geanilda Vásquez anda por el mismo camino. Ante el fracaso en las altas cortes, decidió probar suerte en las jurisdicciones menores. Ella es la secretaria de Organización del PRD, porque al final vino a descubrirse que los párrocos tienen más autoridad que los obispos. Si es así, que ni Mejía ni Vásquez están fuera ¿por qué no se pasa esa hoja y se va al siguiente capítulo? Nadie lo dice, pero es bueno recordarlo: No tienen capacidad política para entender el problema, y si no resolverlo, por lo menos buscarle la vuelta. Las carencias, por lo visto, hacen olas…