Por Ylonka Nacidit Perdomo.
Foto: Ulises Heureaux (Lilís) muerto. Foto Frank Adrover Mercadell. Colección Orlando Inoa
Jacobito de Lara. Magnicida de Lilís. Col. Ma. Elena Lara de Antuña. Copia del original de Barón Castillo.
De desconocido a héroe, de héroe a patriota de la República, Jacobito de Lara, cuya gloria a sus primaverales 17 años se quebró como el cristal, se convirtió en víctima de sí mismo cuando de manera irreflexiva asesina a su idolatrada prometida, la adolescente mocana de 16 años Emilia Michel (Millito) por celos, la noche del 29 de mayo de 1901.
Los sucesos que siguieron en la vida de Jacobito, luego del magnicidio de Heureaux y el asesinado de Millito, lo convirtieron en un espectro, y como talmurió: como un águila anónima, que de simbolizar la libertad se hizo desgraciada. Él mismo lo confesó a su entrevistadora en su celda de la cárcel, cito:“Para todo tengo una actividad febril y el impulso de mi corazón me arrastra de tal modo, que jamás me he dado tiempo a pensar lo que hago. No sé cuantas veces he puesto mi vida en peligro con imprudencias en que no he puesto atención… Mis amigos por casualidad han podido librarme del suicidio (…)”. Jacobito de Lara, el protagonista de la “Crónica puertoplateña” escrita por Virginia Elena Ortea, se quitó la vida con su propio revólver que mantenía junto a él en su celda, en la cárcel de San Felipe de Puerto Plata, la noche del 19 de diciembre de 1901. Reo de sí mismo, con su muerte dio final a su atormentada existencia y consumó su destino de suplicios. [1]
I. INTERVIEW DE VIRGINIA ELENA ORTEA A JACOBITO DE LARA
Algunos historiadores han procurado darle cierta “maleabilidad” interpretativa a las circunstancias en las cuales se gestó el tirano Lilís; otros, prefieren hacer olvidar; otros reconstruyen cómo era la maquinaria represiva de ese régimen, y cómo sus emisarios destruían vidas.
Sin embargo, Virginia Elena Ortea, en la época de la dictadura de Heureaux, a “todos” vigilaba con sus ojos abiertos, buscando comprender dónde empezaban las líneas de la historicidad, y dónde la ficción armada desde la oralidad, cuyo evocación –en el presente- se bifurca entre el espasmo que provoca la voluntad que destruye, la alienación de las conciencias, y la sin razón enloquecedora que quiebra todo el yo-acuso.
Virginia Elena Ortea (1866-1903), en la “Crónica-interview” realizada a Jacobito de Lara, que guardaba prisión por el homicidio de Emilia Michel, de la primera hasta la última página, se enfrenta a situaciones para las cuales se requiere experiencia de la vida.
La entrevista a Jacobito de Lara, enfermo de amor por Emilia (Millo) Michel, es de un penetrante análisis, de atinada observación, aguda; un estudio melancólico de la personalidad de un joven, cuya vida está dolorosamente marcada por la tragedia. ¿Por qué Virginia Elena publica esta entrevista? ¿Qué necesidad había de esto? ¿No era acaso inquietante dar a conocer la exposición de un reo sobre los razones de su crimen?
II. LAS DECLARACIONES DEL REO DEL POR QUÉ ASESINÓ A EMILIA MICHEL
La entrevista, realizada en 1901, está redactada en una prosa periodística de incomparable estilismo. Virginia Elena resucita a Jacobito de Lara a la vida pública, y comunica a sus lectoras, al inicio de la misma lo siguiente:
“Le acabo de conocer a él… He ido a visitarle a su prisión acompañando a la hermana del desdichado joven, atribulada muchacha que en los umbrales de la vida aun, y bien necesitada de consuelos, ha dejado su hogar para venir a darle con su presencia, su simpatía y sus lágrimas a quien tanto necesita de la santa caridad del espíritu: la compasión.
“Es él un adolescente -no ha cumplido veinte años”.
No he dejado de preguntarme, ¿qué extraño conjuro hizo que Virginia Elena visitará a Jacobito en la cárcel? ¿Acaso, la caridad silenciosa, conocer qué fuerzas ocultas hacen que una persona acabe con la vida de otro?, por lo cual la periodista advierte de manera sentenciosa a sus lectoras que: “La verdadera causa de los mayores males que lamentamos en la sociedad, es el afán que hay de repetir cuantose dice, sin tener en cuenta la gravísima consecuencia que puede aparejar una palabra imprudente, y la responsabilidad que nos cae al hacernos inconscientes cómplices del chismoso perverso, inventor de nuevas mal intencionadas. Gente hay que encuentra un extraño gozo, una cruel complacencia en dar malas noticias.
Sobre su primer encuentro con Jacobito de Lara, Virginia Elena escribe:
“La primera impresión que sentí al verlo fue sorpresa.
Virginia Elena se familiarizó con el reo. Me atrevería a decir que al ir a visitarlo en más de una ocasión, y mirándolo de frente entre los muros de la prisión, escudriñó en sus mundos de obsesiones, en su irracionalidad y desvaríos, para hacer un perfil clave de él, que ha llegado a nosotros. Su temperamento no impulsivo –de Ortea-, permitió a la entrevistadora reflexionar en horas de la luz matinal sobre este joven fascinantemente hermoso, que no pudo impedir a su corazón ser cruel.
Juan Isidro murió a los treinta dos años de edad. Su sobrina Virginia Elena le dedica un poema, y un artículo en prosa.
El General “Lilís” declarado y saludado por la común de Santo Domingo como “Héroe del Cibao”, había sido vencido en 1889 por un “Héroe adolescente” de “barbilla alfonsina”, de “ligerísimo bozo”, “apasionado, y de genio irreflexivo”.
Fue a Jacobito de Lara, que al decir de él, todos querían con predilección, a quien el azar de la historia condujo a ser uno de los ajusticiadores de Ulises Heureaux.
La historia oficial relata que: “Lilís murió a tiros, y que Món Cáceres y Horacio Vásquez fueron que concibieron la conjura que acabó con el sanguinario tirano”. Al final de la dictadura de Heureaux se le llamó “revolución redentora” iniciada en Moca en Julio 29 de 1889.
III. ¿QUIÉN ERA EMILIA MICHEL? Joaquín Balaguer en su libro Los Carpinteros [3] hace una crónica que me resulta –guardando las distancias con el autor y su manera androcentrista de narrar- dolorosa, estremecedora y de gran pesadumbre, sobre aquella noche en que Millo fue asesinada en el Parque Central de Moca, por el Héroe adolescente, magnicida de Lilís, titulada “Enigma, 1899”. No lo voy a negar, leer este texto me llena de tristeza por los dos, por ella, Emilia Michel, y por Jacobito de Lara, y por nosotros, en el presente. Lamento tener que reproducir este pasaje, pero es como un adiós de corazón, para siempre, nada dulce, sino de desconcierto aún, a esos dos jóvenes.
“Todavía muerta, su rostro sonreído parecía decir:
Ser reportera, desde ese canon que enuncio, trae muchos obstáculos, porque la periodista se debate entre la re-construcción del pasado, la mutilación de la conciencia o de la memoria, la perturbación que le provoca la forma “extraña” en que recuerda el enmascaramiento de esos espacios y tiempos donde los espectros se comunican desde la oscuridad, el sueño o el vértigo.
De lo que sí estaba consciente Virginia Elena Ortea [4], y lo escribió en octubre de 1889 con fina ironía “pecaminosa” en un texto reflexivo y subversivo, que alienta a la mujer a salirse del ámbito de lo doméstico, es que hay que hacerle “¡Guerra, guerra a los tiranos!”.
Jacobito de Lara. Colección María Elena Lara de Antuña.
NOTAS
[1] A Jacobito de Lara lo velaron en la casa de la Familia Cocco en Puerto Plata. Su cuerpo inerte fue sepultado en el Cementerio Católico de esa ciudad.
[2] Este artículo lo escribimos a solicitud de nuestra amiga la periodista Elvira Lora, M. A., Directora de la Escuela de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), para ser compartido con la Asociación Dominicana de Escuelas de Comunicación Social, y se basa en la “Crónica-interview” realizada por Virginia Elena Ortea al prevenido Jacobito de Lara, en la cárcel de San Felipe de Puerto Plata, unos de los principales magnicidas del dictador Ulises Heureaux. La escritora puertoplateña inicia en el año de 1901, en el periodismo dominicano, la primera serie de artículos firmados por una mujer. Cinco entregas publicadas en elListín Diario desde el 21 de agosto, el 7, 18, 20 y 21 de septiembre).
Para leer la entrevista completa de Virginia Elena Ortea a Jacobito de Lara puede consultarse el libro de Catharina Vanderplaats de Vallejo, Ph. D., Virginia Elena Ortea. Obras (Santo Domingo: Centro de Solidaridad para el Desarrollo de la Mujer, 1997):203-214.
También puede leerse el reciente opúsculo editado por elMuseo Héroes del 26 de Julio, Publicación Núm. 1, “Crónica Puertoplateña. Interview Interesante de Virginia Elena Ortea” (Santo Domingo: Argos, 2015), que al final tiene el siguiente mensaje-nota de María Elena de Lara de Antuña: “Este libro se publica por el anhelo que tengo de que amores tan inmensos como el que sentía Jacobito por Millo no pasen al olvido sino, que lo perdonen a él por dejarse cegar por la pasión y los celos”.
Virginia Elena Ortea. Fotografía Ramón Mella.
[3] Joaquín Balaguer, Los Carpinteros (Santo Domingo: Editora Corripio, 2da. Edición, 1985): pp.255-256.
Se pude consultar, además, el libro de J. Agustín Concepción “Dos tragedias y una falsedad” (La Vega: Dominicana, 1983): pp.11-35, en especial la “Primera Parte: Muerte de Millito Michel”.
Tulio Manuel Cestero, a partir de la historia oral que le “llegó” sobre el ajusticiamiento de Lilís, narró en su novela La Sangre (1915), y recrea con detalles, este episodio de la historia nacional. Lo mismo hizo, a su vez, Luis Felipe Mejía en su libroDe Lilís a Trujillo (1944) recurriendo a lo mismo: a “contar” lo que le dijeron.
[4] Fue Virginia Elena Ortea (1866-1903) una mujer transgresora de su tiempo; ella tenía, gracias al señor Cisneros representante en Puerto Plata de la agencia de libros de N. Ponce de León, de New York, la posibilidad de acceder a un catálogo para escoger sus lecturas, además de que se informaba de los acontecimientos del exterior porque el vapor americano Tybee traía a su ciudad los periódicos extranjeros.
Ulises Heureaux. Fotografía de Julio Pou
La entrevista realizada por Virginia Elena a Jacobito es lo que en el siglo XIX se conoce como “escritura memorialista”. No olvidemos que nació en el seno de una familia que tuvo participación directa en la vida política del país desde mediados del siglo XIX. Su padre fue Gobernador del Distrito de Puerto Plata, además de ser descendiente del linaje de los Kennedy, y del patricio Mella.
Viajó en varias ocasiones a la metrópolis de New York. En compañía de su padre estuvo en el Teatro Olympia, en Broadway, y en 1883 en la Opera Metropolitana, a su inauguración con la presentación de Fausto, donde actuaba en el papel de Margarita, la prima donna, la soprano sueca Mademoiselle Christina Nilsson. Todo parece indicar que su educación primaria formal transcurrió en Puerto Plata. Hacía traducciones de cuentos del francés a español.
La “entrevista” a Jacobito de Lara inaugura en la República Dominicana la crónica periodística de género. Desde este punto de vista Virginia Elena, fue la primera mujer corresponsal de prensa delListín Diario en el siglo XX.
Cuando regresa a Santo Domingo en 1899, desde Añasco, Mayagüez, donde participaba en presentaciones musicales y recitaciones de poemas en el Teatro Yagüez de Puerto Rico en compañía del escritor Manuel María Sama, fue recibida con entusiasmo, y se organizaron veladas literarias para ella. Es probable que falleciera de pulmonía o de tuberculosis, que contrajera estando al lado de su padre, y a su cuidado en el sanatorio “French Benevolent Society”, según nota del diario La Correspondencia de Puerto Rico.
Murió como quiso, como había cantado en su poema “Puerto Plata”, escrito en Mayagüez en 1889: “A orillas del mar Atlante, / y por siempre acariciada/ por las ondas que se agitan/ cubiertas de espuma blanca/ (…) en las faldas de una hermosa, / esbelta y gentil montaña, que eleva orgullosa al cielo (…)”.