Pablo Milanés, cubanía universal
“Y en cuanto a la muerte amada, le diré, si un día la encuentro: adiós, que de ti no tengo interés en saber nada. Nada. Nada…”, cantó el creador Pablo Milanés Arias en su emblemática canción “Mis 22 años”. El cantautor (nacido pobre y moreno en Bayamo, en 1943) convivió con una “mala salud de hierro” y falleció el 22 de noviembre, a los 79 años. “He aprendido a vivir entre la calle y los hospitales. Creo que es algo que ha determinado mi vida y mi personalidad, pero también me ha servido para sobrellevar la vida mejor”, confesó en su día.
Sorprende en consecuencia su vitalidad, con cinco mujeres, siete hijos y nueve nietos (uno de ellos compartido con Che Guevara), más de 400 canciones compuestas y casi una cincuentena de álbumes publicados. Esa fortaleza le empujó a seguir actuando con su gira última Díaz de luz. No cantaba en Cuba desde hacía casi tres años y lo hizo el pasado junio, cuando la presión pública obligó a trasladar su recital del Teatro Nacional al espacio más amplio del Coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana. El emotivo reencuentro con los suyos se convirtió en el adiós final a una tierra a la que cantó “Amo esta isla, soy del Caribe. Jamás podría pisar tierra firme, porque me inhibe”.
Mucho había cambiado este “bucanero” de orgulloso cabello afro que protagonizó la revolución sonora de la Nueva Trova, junto a Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Leo Brower, Sara González y otras gentes pioneras. Pablo evolucionó del tradicional “filin” bolerista a esquemas más contemporáneos, influenciado por folk usamericano y brasileño. Abrazó la canción social y compuso e interpretó sentidos himnos universales. Musicó a poetas (José Martí, César Vallejo, Nicolás Guillén) y fue amigo de lo más destacado de la canción hispana de su época (Mercedes Sosa, Gal Costa, Fito Páez, Milton Nascimento, Caetano Veloso, Joan Manuel Serrat, Eduardo Aute, Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel…).
Ensambló en sus melancolías las esencias musicales y poéticas del crisol multirracial que es Cuba y representó muchas de sus contradicciones y polémicas. Maestro de cantautores, su romántico y comprometido tránsito fue un vivo testigo de su tiempo y sus canciones parecen frescas y actuales en la hora del adiós. Sus sucesores han programado en Spotify la grabación en directo In memoriam 1943-2022 que resume una escogida parte de su obra en clave estilística filin.
Bolerismo y Nueva Trova
Del matrimonio de la modista Conchita Arias y el soldado Ángel Milanés nació Pablo en Bayamo, en el Oriente de la isla. La madre quiso que el hijo fuera músico y presionó por trasladar la familia a La Habana, donde el joven aprendió piano. Aunque siempre explicó que no fue la formación académica del Conservatorio sino los músicos de la calle y de los cafés que frecuentaba, los que le nutrieron de diversidad y riqueza sonoras.
En los años 60 se inició con el trío Los Armónicos, el conjunto Sensación y el Cuarteto del Rey, agrupación de cantos espirituales negros. En 1963 compuso su primera canción, “Tú, mi desengaño” e inició su labor en clubs, de solista y con el grupo Los Bucaneros. Señaló su composición “Mis veintidós años”, de 1964, como “canción puente entre el filin y la canción nueva. Tenía conciencia de que debía haber un cambio en la música y quería hacerlo y experimentarlo”.
Pero antes y durante ese cambio dejó un amplio legado discográfico filin, que consideró “un movimiento bolerístico con armonías muy modernas, parecido al jazz band de Estados Unidos, que tiene mucho del neobarroco que se cantaba en Francia y en otras partes de Europa y que dio paso a canciones que rompieron los cánones de lo que se hacía en aquella época”.
Secundado por viejos guitarristas y cantantes dedicó entre 1980 y 2008 más de una decena de grabaciones a esa búsqueda de la recuperación de la canción tradicional, en las series “Años” y “Filin” y los álbumes “Grandes boleros mexicanos” o “Boleros estelares de Cuba”. Eran “un homenaje a los cantores de la vieja trova cubana, pues en esa época en que los grabé eran casi desconocidos y en ese momento no sólo se rescató la música sino a ellos mismos”.
Esa labor fue anterior al interés por la raíz de la música cubana llegada desde fuera de la isla tras el exitoso proyecto Buena Vista Social Club, encabezado en 1996 por el empresario discográfico Nick Gold y el músico y productor Ry Cooder.
Pablo había pasado por el Grupo de Experimentación Sonora, que le abrió horizontes creativos hacia tendencias contemporáneas exteriores y nuevos lenguajes musicales. Después se autonomizó y su repertorio trascendió lo íntimo comprometiéndose socialmente (“Pobre del cantor”, “Para vivir”). Inauguró con la obra de Martí la iniciativa de musicalizar poetas. Y se internacionalizó como representante clave de la Nueva Trova, con discos como “Yo me quedo”, “El Guerrero” o “Comienzo y final de una verde mañana”.
Quereres y fugacidades
El cancionero de Milanés se colmó de triunfantes romanticismos y posteriores derrotas. Su emblemática “Yolanda” resume el encendido sentimiento del creador: “tú me desnudas con siete razones / me abres el pecho siempre que me colmas / De amores / De amores / Eternamente de amores”. “Para vivir” podría ser el contrapunto a esa felicidad cuando reza “y ahora ves, lo que pasó al fin nació. Al pasar de los años. El tremendo cansancio que provoco ya en ti”.
El poema “Yo no te pido” sería de Mario Benedetti, pero su pureza romántica parece plenamente milanesiana: “yo no te pido que me bajes / una estrella azul / solo te pido que mi espacio / llenes con tu luz”. “El breve espacio en el que no estás” fue una declaración de pasión realista y desprendida: “la prefiero compartida / antes que vaciar mi vida”. En “La felicidad” cantó al desamor: “qué dulces mentiras, qué grandes verdades, / qué nos inventamos para perdurar”.
Y muchas de sus melodías evidenciaron la preocupación por la fugacidad y el desgaste de la vida: “Años” (“porque el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos / y el amor no lo reflejo como ayer»), “El tiempo, el implacable, el que pasó”, “Hoy la vi”, “Ya se va aquella edad”, “Cuánto gané, cuánto perdí”, “Nostalgias”…
Abanderado de la revolución
El primer secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, estaba de visita oficial en Moscú cuando Milanés falleció. Su mensaje en Twitter lo reconoció como “uno de nuestros más grandes músicos. Voz inseparable de la banda sonora de nuestra generación”. Pero las celebraciones oficiales han sido escasas para alguien que siempre pareció incómodo por su sincera independencia.
Rebelde, en el servicio militar obligatorio fue destinado a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, campo de “reeducación” para jóvenes de conducta estimada no ejemplar. Años después recordaría que “cumplía con mis deberes ciudadanos y como revolucionario…”, pero “se estaba operando cierto orden represivo que no me gustaba”… “para un muchacho de 23 años, aquello fue brutal”. Siempre reprochó que no se hubieran ofrecido disculpas a quienes sufrieron la represión y declaró que “no fue un hecho aislado”, sino parte de una política “estalinista que perjudicó a intelectuales, artistas y músicos…”. “Según la historia, en 1970 comenzó lo que se llamó el quinquenio gris, y yo digo que realmente comenzó en 1965 y fueron varios quinquenios”.
Para subrayar: “En Cuba se empezó a operar con un carácter represivo, sobre todo en la policía y en el ejército. A mí no me gustaba. Me venía oliendo lo que podía venir y lo expresaba, incluso con gente que lo defendía y que se acabó yendo después. Yo me quedé más años y sigo considerándome revolucionario. Me di cuenta de que las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes. De allí salí más revolucionario”.
Ese compromiso destacó en muchos de sus versos: “Pobre del cantor de nuestros días / Que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida. / Pobre del cantor que nunca sepa / Que fuimos la semilla y hoy somos esta vida. Pobre del cantor que un día la historia / lo borre sin la gloria de haber tocado espinas”. Y acabó siendo el rapsoda de la Revolución con mensajes como “La vida no vale nada / cuando otros se están matando / y yo sigo aquí cantando / cual si no pasara nada / la vida no vale nada / si escucho un grito mortal / y no es capaz de tocar / mi corazón que se apaga”. Personalizó incluso sus loas como en “Canción por la unidad latinoamericana” (“Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”) o en “Si el poeta eres tú” (“Si el que asomó al futuro su perfil y lo estrenó con voces de fusil, fuiste tú, guerrero para siempre, tiempo eterno, qué puedo yo cantarte, comandante”).
Internacionalista, cantó a América latina (“Vuelve a sacudirse el continente”) y sus pueblos: Nicaragua, Puerto Rico y en especial a Chile. Escribió el himno universal “Yo pisaré las calles nuevamente”, tras el asesinato del dirigente comunista chileno Miguel Enríquez en 1974. También “A Salvador Allende, en su combate por la vida”. Y grabó el álbum Canta a la Resistencia Popular Chilena. Apoyó igual a Mandela que Evo Morales o Pepe Mujica.
Bastante impermeable a las críticas exteriores durante los ochenta, fue diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular en los noventa, pero defendió siempre su independencia: “soy un abanderado de la revolución, no del gobierno. Si la revolución se traba, se vuelve ortodoxa, reaccionaria, contraria a las ideas que la originaron, uno tiene que luchar”.
Cansancio
Su prolífica capacidad creativa (con los discos “Identidad”, “Canto de la abuela”, “Orígenes” o “Despertar”) se alió en los noventa con un impulso organizativo al poner en marcha la Fundación Pablo Milanés, sin ánimo de lucro y para el desarrollo de la cultura cubana en general. Tuvo corta vida, pero impulsó a diferentes creadores y visibilizó una manera innovadora de acción cultural multidisciplinar.
Era la primera organización cultural independiente, autofinanciada y sin fines ideológicos, de la isla. También la primera -y parece que hasta ahora única- entidad privada creada por un artista cubano con sus recursos económicos personales para promover y fomentar la actividad cultural. En 2007 se embarcaría en una iniciativa más empresarial montando en el Vedado habanero el estudio de grabación y promotora familiar PM Records, que ha presidido hasta su muerte.
Alumbró en el nuevo siglo discos como el colectivo “Pablo Querido”, “Como un campo de maíz” “Regalo”, “AM/PM, Líneas paralelas” o “Standards de jazz”. Cuando en 2006 un anciano Fidel Castro dejó la presidencia se sumó a otros artistas e intelectuales apoyando al gobierno “como merece este momento: con unidad y coraje ante cualquier amenaza o provocación”.
Pero el goteo de protestas le fue implicando y en 2017 declaró, desencantado: “es hora de que el pueblo cubano hable por sí mismo, yo no tengo que hablar más por ellos. No es que no me guste hablar de política, pero estoy cansado… Tengo 74 años, llevo 24 años hablando de política, y mis palabras se han quedado en las nubes, en el viento”.
Había dejado testimonio de su desgaste en canciones como “Éxodo (“¿dónde están los amigos que tuve ayer? ¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió? ¿A dónde fueron? Qué triste estoy”), “La libertad” o “Días de gloria” y el distanciamiento con la política oficial se agrandó tras las manifestaciones estivales de 2021.
Su opinión fue más directa que nunca: “Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo. Desde hace mucho tiempo, he venido expresando las injusticias y errores en la política y gobierno de mi país. En 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié. Ahora reitero mis pronunciamientos y confío en el pueblo cubano para buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades plenas, sin represión y sin hambre”. El pasado septiembre se unió a un centenar de artistas e intelectuales que se pronunció por el impulso de cambios, “dentro de un espíritu de soberanía, inclusión y respeto al ser humano, a su dignidad y aspiraciones más básicas”.
Caminando
Fraternal pareció la relación de Milanés con su compañero Silvio Rodríguez. El tándem de amigos protagonizó lo mejor de la Nova Trova, pero con el tiempo se distanció y vivió rifirrafes de orden político. En 2011, tras un concierto de Pablo en Miami, Silvio declaró que coincidía “con muchos de sus juicios críticos”, pero tachó de “burda, desamorada y sin el más mínimo compromiso afectivo” la forma en que su colega se expresó ante la audiencia en un lugar tan delicado para la política cubana.
Coincidieron en parte en las últimas críticas a la gestión gubernamental de las protestas sociales de las que Silvio sacó lecciones como la necesidad de “revolucionar la revolución”, reconociendo que “sé que no es fácil, mucho menos en las muy difíciles condiciones actuales” porque “una sociedad que no puede garantizar satisfacciones básicas es una sociedad en crisis”.
Rodríguez ha subrayado más el peso del embargo imperialista desde 1962, pero señalando que “las diversas experiencias reales de socialismo demuestran que, como fue concebido, es impracticable. Sea por características humanas o por predominio del capitalismo en el mundo. Siempre he pensado que hay que tomar lo mejor de cada sistema”… “las experiencias de China y Vietnam son lo mejor hasta ahora: gobiernos socialistas dirigiendo economías capitalistas. No estoy hablando de calcar sino de interpretar”… “¿a dónde vamos si no reconocemos lo que nos pasa? Es absurdo no admitir la evidencia manifiesta, aunque parte de la evidencia sea fabricada”.
A pocas horas de su muerte homenajeó a su colega a rescatando su inédita canción “Pablo”, de 1969. “Te conocí rasgando / el pecho de la muerte un día / Tú no sabías nada / y eras tú quien la llevaba / de la mano / Y así tú seguirás / sin reparar en tu ventaja: / que eres tú quien la lleva, / quien la doma y la amortaja, / caminando”… / Te conocí pegado /a la pared del cielo un día. / Ibas llevando entonces / bajo el brazo una guajira / y caminando, / caminando”.
Radicalmente humano
Pablo Milanés deja una profunda huella de hombre radicalmente humano, de persona honestamente contradictoria, sensiblemente lírico, revolucionariamente creativo, fiel a su biografía personal y social.
“Mi generación es la generación de la fidelidad y del desencanto” opinó en alguna ocasión, reflejando al desnudo la encrucijada de la gente hija de la Revolución. Esas vivencias y valores guiaron su privilegiada mano de poeta y su inquietud compositora y se asomaron a la emoción de su emotiva voz.
#EternamentePablo fue un hashtag masivamente distribuido en redes cuando murió y “duelo cósmico” uno de los cientos de mensajes tras el fallecimiento de quien en 2005 había ya cantado “y al final, desesperado / Sin aliento, te diré / Que ya no me quedan fuerzas / Para seguir / Llévame contigo, muerte”.
29/11/2022