Visita oficial a Perú en 1970: Salvador Allende, presidente Velasco Alvarado y Canciller Clodomiro Almeyda (Photo credit: Wikipedia)

El 3 de octubre de 1968, en Perú, una insurgencia militar al mando del general Velasco Alvarado abre para el Perú un camino de transformación y desarrollo distinto a los tradicionales. El Perú atraviesa de nuevo hoy, 54 años después, las mismas circunstancias que movieron a aquel soldado de la patria del Perú rebelarse contra las mismas elites que en este 2022 hunden a las grandes mayorías y los excluidos de la sociedad peruana a la pobreza, marginalidad y opresión.

La ocasión ha servido para que algunos exploren el tema y aludan a las circunstancias de crisis que vive el país luego de la vacancia, por el legislativo y la cofradía del por judicial, del presidente Castillo y las secuelas de eventos originados por la torpeza de las clases políticas alidadas a la oligarquía retrograda y antinacional.

Hay que decir que muy pocos han reivindicado en su justa dimensión esa rica experiencia del general Velasco que está viva aún en el corazón y en la memoria de millones de peruanos.

Es bueno, en este marco, formular algunas reflexiones que podrían tener definida incidencia en el escenario actual. Veamos: El proceso de Velasco fue una experiencia enteramente militar. En rigor, fue un núcleo de militares progresistas el que tomó en sus manos las riendas del Poder. El proceso de Velasco ocurrió en una determinada etapa de la evolución política de América Latina. En esos años anidaban definidas corrientes populares. En Uruguay, el Frente Amplio cabalgaba sobre la presión de las masas y la jefatura de un militar progresista, Liber Seregni; y en Chile el movimiento social se iba afirmando para coronar poco después la victoria de Allende. Ya la región había dejado de ser un emporio de riquezas al servicio del Imperio y se perfilaba como un ardoroso campo de batalla en el que asomaban nuevas luchas. Con Velasco, el Perú se colocó allí en primera fila.

Hoy la experiencia de Velasco no puede repetirse tal cual, pero el contenido de su mensaje mantiene absoluta vigencia. La lucha emprendida por él y quienes lo acompañaron y ayudaron, se escribe en el escenario peruano con letras de molde. El nacionalismo, como expresión de una identificación intensa con los intereses del país; el enfoque liberador, como una manera de afirmar un derrotero distinto; la recuperación de las riquezas básicas; la aplicación de un modelo de desarrollo de corte industrialista; la preocupación por los trabajadores y el pueblo; y el ejercicio de una política exterior independiente y soberana; forman parte de los requerimientos esenciales de nuevos tiempos.

Es eso, ahora, lo que queda como el Legado de Velasco y que los peruanos deben afirmar desde la base para avanzar por un camino justo. Es claro que, para construirlo, el movimiento social peruano que hoy están en la calle al medio en lucha tendrán que crecer políticamente y perfilarse como una fuerza capaz de emprender grandes acciones.