150 años de Pio Baroja

“Hay siete clases de españoles: Los que no saben; los que no quieren saber; los que odian el saber; los que sufren por no saber; los que aparentan que saben; los que triunfan sin saber, y los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismos «políticos» y a veces hasta «intelectuales» Pio Baroja
Este 28 de diciembre se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de Pio Baroja.
Pio Baroja y Nessi nació en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872, y es, sin duda, uno de los grandes novelistas españoles y uno de los más importantes escritores de la Generación del 98. Junto con Miguel de Unamuno, Azorín y Ramiro de Maeztu, fue uno de los principales representantes de la Generación del 98, así llamada por el impacto que tuvo en sus miembros la pérdida de las últimas colonias españolas (el «desastre del 98»), en forma de dolorosa toma de conciencia de la decadencia en que se hallaba sumida el país. Dentro del grupo, Baroja sobresalió como su más eximio novelista, con una producción orientada hacia temas existenciales y sociales, aunque también era apreciado por otra vertiente de su obra, la narrativa de acción y de aventuras.
Entre los ascendientes de su madre existía una rama italiana, los Nessi. Este poco de sangre italiana que llevaba en sus venas no dejó nunca de halagar a Baroja, aunque su orgullo se cifró siempre en su ascendencia vasca.

Después de sus experiencias como médico (se doctoró en Medicina en la universidad de Madrid con una tesis doctoral sobre el dolor que leyó en 1893 titulada “El dolor. Estudio psico-físico”) y panadero, de lo que también trabajó, abandonando ambas profesiones para dedicarse a la literatura, y sobre todo a la novela, es en 1900 cuando escribió su primera obra, una serie de cuentos titulada “Vidas sombrías». Su ingente obra literaria consta de más de 100 volúmenes, y está dividida así: en primer lugar están la mayoría de las novelas formadas por trilogías, siendo las más conocidas: «La lucha por la vida», «El mar», «La raza», “Tierra vasca”, “El pasado”, “La vida fantástica”, “Las ciudades”, “Los amores tardíos”, “La selva oscura” y “La juventud perdida”, que hacen un total de 10 trilogías de un total de más de 60 novelas.
En la trilogía de “La raza”, formada por las novelas “El árbol de la ciencia” (1911), “La dama errante” (1908) y “La ciudad de la niebla” (1909), en su descripción de los personajes asoman a veces ciertos rasgos raciales derivados de sus lecturas como médico de las teorías frenológicas de Cesare Lombroso, con cierto toque antropológico que derivaba de sus conversaciones con su propio sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, quien fue en su juventud ayudante suyo y residió largas temporadas en Itzea.
Después están las novelas sueltas, entre las que se encuentran: «La leyenda de Juan de Alzate», «Susana», «Laura», etc. El importante apartado de cuentos ocupa varios volúmenes, también obras de teatro, ensayos, artículos y un libro de poesías llamado ‘Canciones de suburbio»; la larga serie de 22 novelas sobre el personaje de Aviraneta, serie llamada «Memorias de un hombre de acción» y que fue escrita desde el año 1913 hasta 1935; y finalmente están sus memorias, escritas en los últimos años de su vida y que le ocupan siete tomos.

El mundo predilecto de sus creaciones fue el de las gentes humildes, los desventurados; pero al lado de ellos, sintió una viva predilección por toda suerte de seres fantásticos, de locos, de gente rara y absurda; a todos se acercó con su ironía, con sus sarcasmos a veces, con su humor amargo, pero también con una gran piedad, con un deseo de redención y de justicia que lo emparenta con los grandes novelistas de Europa, sobre todo con Charles Dickens, que fue al que más admiró.
Se ha escrito mucho sobre el estilo literario de Pio Baroja, unos han dicho que su técnica es muy sencilla y que sólo pretende fijar la realidad de lo que ve, otros que, debajo de ese estilo sencillo, hay en realidad una estructura bien compuesta. Se ha dicho también de él que es un escritor que no escribe bien porque escribe un tanto desordenado, y esto es sólo en parte cierto, pero lo que sorprende de verdad en Pío Baroja es su estilo directo y personal, que atrae al lector. Por eso no se puede decir abiertamente que no escribía bien, ya que ha logrado tener un estilo que le da sello a su producción.
Ese descuido que le achacan a su estilo no es más que la forma de plasmar esa rabiosa sinceridad que él tenía y ese escepticismo radical en todas las formas de la sociedad. Su estilo novelesco se podría definir como tendente a la narración de ritmo rápido y libre, consecuencia de su gran vitalidad, y al mismo tiempo por su amena temática y el usar una prosa más inspirada en la lengua conversacional que la literaria. Por sus ideas y por su manera de exponerlas, Baroja fue el literato más discutido y el más atacado de los escritores de su tiempo. Tal vez por el desorden habitual en sus novelas, y más aún por el tono ofensivo que adoptó para tantas cosas y por su brutal sinceridad, no alcanzó nunca la fama que merecía, la fama que alcanzaron muchos otros con menos méritos que él. Pero el tiempo le ha ido situando en su lugar y hoy está considerado, dentro y fuera de su patria, como el primer novelista de la España contemporánea, al lado de Galdós, y para algunos incluso por encima de éste.
A Pío Baroja se le ha enmarcado en la llamada «Generación del 98», pero siempre, mientras vivió rechazó este enmarcamiento, ya que consideraba que él no podía estar con otros escritores que se diferenciaban tanto de él a nivel de estilo como de género, temática, etc.

En cuanto a su pensamiento, Pio Baroja ha sido causa de vivas polémicas a causa de sus opiniones acerca de los judíos, algo que está muy pronunciado en toda su producción literaria. Es rara la obra que no contenga algún párrafo o frase dedicado a los judíos. Ello le viene del choque entre la fuerte sinceridad de Pio Baroja en oposición al carácter que envuelve todo lo que toca el judaísmo, el choque entre la humildad del escritor y esa idiosincrasia que él ve en los judíos. Baroja echa la culpa de lo malo que haya en el carácter español a esa influencia.
En 1938 salió a la imprenta el libro “Comunistas, judíos y demás ralea», que es una recopilación de textos antijudíos y anticomunistas de todas las obras de Baroja hasta ese año, en textos prologados por Ernesto Giménez Caballero, de modo que dicha obra es una recopilación de artículos aislados de Pio Baroja realizada por Ernesto Giménez Caballero, y todos los intentos de los descendientes de Pio Baroja por borrar estas líneas de sus Obras Completas han sido infructuosos. En dicha recopilación de artículos, Pio Baroja no sólo se ocupa del problema judío sino que, además, lo hace en profundidad y con un gran conocimiento del problema.
En dicho libro podemos leer opiniones de Baroja como ésta:
“El judío, que no ha sido casi nunca inventor, sino más bien compilador y divulgador, aceptó con gran entusiasmo la teoría comunista de un hombre de su raza, como Karl Marx y la propagó y la difundió con el arte que tiene para ello. El judío cree que está destinada para él la soberanía de los pueblos. Tiene una gran idea de su superioridad, un profundo desprecio por los demás y es hombre de pocos escrúpulos.»
También está patente a través de toda su obra su anticomunismo, y además ataca el comunismo desde su base, criticando sus postulados y a los líderes sangrientos de la revolución de 1917. También lo ataca por su raíz judía que está muy unida a todo lo comunista, y en especial a sus teóricos y a sus cabecillas. Pío Baroja desmenuza las ideas comunistas y ve que no pueden existir. A todo tipo de colectivismo y comunidades comunistas, Pío Baroja enfrenta su individualismo pues de joven había simpatizado con las ideas anarquistas.
De su anarquismo sólo quedó su postura iconoclasta, y de ahí que sus personajes preferidos sean los inconformistas. Dado el eterno problema de España, que es la agricultura, dice el escritor que el comunismo nunca se podrá implantar, puesto que no tiene soluciones prácticas y concretas para los grandes problemas que representa la agricultura en España. Junto al anticomunismo se vislumbra también, a lo largo de la obra, su espíritu antidemocrático que le lleva a odiar al susodicho sistema democrático.

Para Baroja, la democracia no puede ir a parar más que a un sitio: al histrionismo. Pío Baroja escribió varios artículos contra la democracia, pero en especial, en su libro «Rapsodias«, escribió un pequeño artículo titulado «Contra la democracia», en el cual afirma:
«la democracia, que es una broma etimológica con eso de que es el gobierno del pueblo, no creo que llegue a ser una idea ni un ideal; es, al menos en la práctica, un procedimiento político que no me parece que tenga mucho valor. Esa canalización fantástica del parlamentarismo que hace que 50 ó 60 mil hombres estén representados por uno sólo, se me figura más un mito religioso de los aruntas o de los botocudos que una idea racionalista de europeos.
La democracia, si no es una mixtificación de oradores, lo parece. Hay otra democracia, que es la popular o populachera: el reino pasajero de la violencia de la masa. Esta buena señora es tan oscura en sus deseos que nunca le sale bien lo que quiere, y muchas veces, al mismo tiempo, la autoridad que pega y el rebelde pegado se consideran sus más legítimos representantes».
Es un texto importante para ver de qué modo piensa Baroja acerca de ese sistema político. También en cierta ocasión contaba Baroja que cuando le hablaban de democracia, le entraba una risa tal, que temía que le pasase como a aquel filósofo griego, Diógenes Laercio, que murió a carcajadas al ver a un burro comiendo higos.
Baroja fue sobre todo un escéptico. Y este escepticismo característico de Baroja hunde sus raíces en Schopenhauer, su filósofo más leído y admirado, y se refleja en sus obras y en sus personajes.

Pio Baroja, como vasco que era, tuvo a lo largo de su vida un gran amor por su tierra vasca, pero también por España y por Europa.
De hecho, una de sus trilogías se llama “Tierra vasca”, formada por estas tres novelas: “La casa de Aitzgorri” (1900), “El mayorazgo de Labraz” (1903) y “Zalacaín el aventurero” (1909).
Baroja pensaba mucho en Europa y le preocupaba siempre lo que sería de ella. En 1954, dos años antes de su muerte, dijo en una ocasión: «Lo que me interesa por estos días, y me preocupa, es pensar si Europa saldrá de su atolladero y si se podrá ir y venir como antes y hablar y pensar sin obstáculos». De Europa, Baroja siempre había sentido predilección por Alemania en todos sus aspectos. Dice también Baroja que uno de los males de Europa ha sido por una parte la influencia de los innombrables, con su consiguiente infiltración en todas partes hasta llegar a corroerlo todo, el arte, la música y la sociedad, con el engaño y la podredumbre de la prostitución, las drogas, el juego, la bebida, la pornografía, etc., y por otro lado, la influencia americana que ha conseguido automatizarlo todo y hacer olvidar los antiguos ideales europeos: la caballerosidad, el heroísmo, el valor en la guerra, la raza. En definitiva, para el escritor vasco esto es un peligro para Europa.
Interesante es conocer también sus opiniones sobre el arte y la cultura. En el terreno del arte, hay que hacer notar que a Pio Baroja le gustaba sobre todo el arte que refleje la Naturaleza, o mejor dicho, la realidad tal cual es, y como tal, odiaba toda clase de arte abstracto y sentía una especial repugnancia hacia el cubismo porque decía: «el arte de Picasso es como un reclamo de cupletistas». Para Baroja, todo el arte moderno es palabrería y le define como la deshumanización del arte, pues sólo el arte que es humano es arte. Ya no hay ningún arte nuevo, no existe ese arte nuevo que dicen que han inventado, señala. «Los cubistas me producen una repugnancia incomprensible por lo exagerada», escribe Baroja en su novela «El Hotel del Cisne».
Comentando la obra de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, Baroja hizo una comparación de éste con el cubismo, y escribía que la sexología de Freud es algo como el cubismo aunque no tan petulante ni tan necio ni tan absurdo como ese sistema pictórico.
En cuanto a la música, a Baroja le gustaba sobre todo la ópera italiana, Verdi, Rossini, Monteverdi,… También le gustaban mucho los valses de Franz Lehar y la música de Weber, Mozart y Beethoven, que eran sus preferidos.

Otra faceta importante en Pio Baroja es su amor por los animales; en su casa siempre tenía gatos u otros animales. Precisamente fue por el cariño por un perro que tuvo, que le costó la enemistad con Valle Inclán. Baroja escribió algunos cuentos en los que hablaba de los animales. Y naturalmente ese amor por los animales le hizo tener un odio a muerte por la llamada «fiesta nacional» a la que tachaba de cruel y sangrienta, y en la que la gente aplaude y se regocija con la muerte de un animal.
Cuando estalló la guerra civil española, concretamente el 22 de julio de 1936, Pio Baroja veraneaba en su casa de Vera de Bidasoa en Navarra, cerca de la frontera con Francia. Allí le detuvo una columna carlista que desde Pamplona se dirigía a Guipúzcoa y pasó por allí, puesto que le tenían a Baroja por un izquierdista y a punto estuvieron de fusilarlo. Tras pasar un día en prisión, fue puesto en libertad gracias a la intervención del militar Carlos Martínez Campos, Duque de la Torre (y años más tarde preceptor del Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón).
Pio Baroja se trasladó inmediatamente a Francia en un automóvil, estableciéndose en París, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria, gracias a la hospitalidad que le ofreció el director de dicho colegio, el Sr. Establier, hospitalidad que le fue agriamente reprochada al director por el entonces embajador de la República en Francia, Luis Araquistáin, quien personalmente y a través de su esposa hizo repetidas gestiones ante el director Establier para que expulsase a Baroja de su alojamiento, gestiones que gracias a la caballerosidad de dicho director no dieron el menor resultado.
En el periodo 1936–1939, Pio Baroja regresó a España, a la «zona nacional», varias veces, y una de ellas fue a Salamanca, en enero de 1938, para jurar como miembro del recién creado Instituto de España y para gestionar la publicación de artículos periodísticos muy críticos con la República en general y con los políticos republicanos, como el muy famoso «Una explicación», publicado en el “Diario de Navarra”, 1–09–1936, en el que, recién empezada la guerra civil, y tras haber sufrido el archiconocido incidente con los requetés que le detuvieron y estuvieron a punto de fusilarle, Baroja, que ya había cruzado la frontera para exiliarse en Francia, mostró su adhesión al bando nacional y su deseo de que ese «tumor», en el que se había convertido la República, fuese sajado cuanto antes por «la espada de un militar».
Lo cierto es que Pio Baroja fue uno de esos españoles con opciones de ser fusilado por los dos bandos de la guerra civil.

Después de la guerra, sufrió algunos problemas con la censura, que no le permitió publicar su novela sobre la guerra civil, “Miserias de la guerra”, ni su continuación, “A la desbandada”. La primera fue publicada por sus sucesores en 2006, seguida de “Libertad frente a sumisión”, en 2007.
Pio Baroja sostuvo en su domicilio en Madrid, en la calle Ruiz de Alarcón nº12, una tertulia literaria en la que participaban diversas personalidades, entre otros, Camilo José Cela, Juan Benet y otros novelistas.

Pio Baroja murió en Madrid el 30 de octubre de 1956.
Se podría decir, en definitiva, que ser barojiano es una forma de ser y de estar en el mundo. Y merece la pena conocerla.
Eduardo Núñez